Los síntomas más frecuentes por los que una persona con fístula anal consulta al médico son el dolor en la zona del ano y la presencia de pus o drenaje de alguna secreción maloliente.
En muchas ocasiones estos individuos han consultado previamente por infecciones de la zona o verdaderos abscesos. O han presentado dolor y secreción de pus durante un tiempo largo, pero no han consultado porque los síntomas eran intermitentes o por pudor.
El dolor es variable en intensidad, pudiendo acentuarse al defecar, al sentarse, o en otras ocasiones al toser o estornudar por el aumento de presión que generan estas situaciones.
Como diferencia de otras patologías de esta región, el dolor generado por abscesos o fisuras suele ser más intenso, aparte de presentar un bulto rojo y duro en el caso de los abscesos.
Se pueden apreciar los orificios externos de la fístula, a veces varios, por donde expulsa contenido purulento, maloliente, a veces incluso fecaloideo (vómito de material fecal).
Esta secreción habitualmente es causante de irritación de la piel perianal, presentando picor, escozor y enrojecimiento de la zona.
Cuando el médico explora digitalmente la zona anal y rectal, puede identificar qué tipo de fístula es atendiendo a la clasificación descrita al inicio (Interesfintéricas, transesfintéricas, supraesfintéricas, extraesfintéricas).
En función de la relación con el esfínter externo e interno, así como estimar la longitud y complejidad del trayecto fistuloso.